Vida de viajes o el viaje de la vida

Los Errantes, Olga Tokarczuk
“Los Errantes”, Olga Tokarczuk. Anagrama (2019). Traducción: Agata Orzeszek. ISBN: 978-84-339-4105-3

«Los Errantes», de Olga Tokarczuk, Premio Nobel de Literatura 2018, es un libro extraño pero hermoso. Aunque tiene una narradora, no es una novela tradicional; aunque su lenguaje está colmado de bellas y sugerentes imágenes, no es un poema; y aunque desmenuza con precisión quirúrgica el tema del viaje, tampoco es un ensayo. Es quizás todo lo anterior y en eso radica su originalidad y su atractivo.

Visto al microscopio, es un libro compuesto por múltiples historias, anécdotas, reflexiones, textos largos y cortos. A ratos se lee como un recuento de memorias; a ratos, como relatos aparentemente sin conexión entre sí pero que intuimos que se relacionan con la idea del movimiento, de ese cambio constante del que nadie escapa -ya lo decía Heráclito hace miles de años y Machado hace menos tiempo- y que algunos buscan acelerar yendo al encuentro de nuevas realidades, situaciones y lugares; en una palabra, viajando.

Juguetona y a la vez elegante, la voz de la narradora otorga una buena dosis de unidad a este fragmentado texto que nos hace saltar de un lugar a otro, a veces de un siglo a otro. Ella es una errante, una de esas personas que no echan raíces: “No me nutro de la savia de la tierra, (…) Mi energía es generada por el movimiento”. Es una viajera empedernida que, además, dice tener un “síndrome” que la hace ir hacia todo lo defectuoso, lo imperfecto, lo roto, todo lo que se aparta de la norma; tiene la convicción de que es “ahí donde el verdadero ser sale a la superficie y revela su naturaleza” y eso es lo que busca en sus viajes.

Historia tras historia, la acompañamos en sus peregrinaciones que van siempre “en pos de otro peregrino”; uno malogrado, hecho pedazos. Algunos relatos están narrados en primera persona, escenas que vivió en hoteles, aeropuertos, trenes, salas de esperas, encuentro con viajeros singulares o conversaciones oídas al pasar. Un verdadero gabinete de curiosidades: discusiones con ictiólogos creacionistas, con personas que viajan a lo largo del meridiano cero y muchas más, así como experiencias raras como la de esa llave de hotel de la pieza número 9 que todos pierden, y ella también. Todo esto, entreverado con fragmentos de las charlas que, en un aeropuerto, da una pareja de científicos muy serios sobre “la Psicología del viaje”, en un registro que desentona con el ánimo de los pasajeros y que hace ver la situación a ratos bastante cómica.

También hay relatos en tercera persona, historias que para mi gusto son las mejor logradas del libro y donde Tokarczuk nos transporta a universos tan disímiles como cautivantes. La de aquella mujer que desaparece con su hijo en una isla por tres días durante sus vacaciones, para desesperación y obsesión de su marido; la de la madre que abandona a su atribulada familia y se pasa el tiempo viajando en una misma línea del metro sin salir a la luz del día; o la del conductor de un ferry que hace el mismo trayecto en línea recta, llevando y trayendo pasajeros desde y hacia una isla hasta volverse loco.

La isla es ciertamente un tema recurrente, lo mismo que los mapas y el cuerpo humano. Cartografía y anatomía se mezclarán así en varias de estas historias de peregrinos antiguos y presentes. Todos viajan de un punto a otro y en el proceso, transforman su noción del tiempo intermedio, esa especie de limbo o tiempo insular; el tiempo del viajero que parece ser distinto al del que no está en movimiento.

Invita a la reflexión esta singular y bella lectura que la misma autora llamó “novela de constelación”. Surge inevitablemente la pregunta de por qué viajamos. ¿Qué queremos encontrar? ¿El objetivo va cambiando durante el trayecto? ¿Qué conservamos de nuestros viajes?

En el área de lo simbólico, nos damos cuenta de que resulta imposible no viajar, no moverse, no avanzar año tras año, de edad en edad, de etapa en etapa, de una situación a otra; a fin de cuentas, estamos siempre en constante movimiento, querámoslo o no. Por eso que no resulta extraño que el tema de la muerte comience a aparecer en los relatos a medida que avanzan las páginas. Memorable es, por ejemplo, la historia de la bióloga que regresa a su país natal desde el otro lado del mundo solo para ayudar a morir a un antiguo amor agonizante; o el relato del curioso funeral de Fryderyk Chopin y de cómo su hermana contrabandeó su corazón inerte desde Francia a su Polonia natal.

La necesidad casi obsesiva de preservar recuerdos, “souvenirs” o pedazos del trayecto/vida, se repite en muchas de las historias que hablan de embalsamadores, cuerpos momificados y taxidermistas de hoy y de ayer que resultan de lo más extrañas, aunque, si se piensa bien, la asociación es clara.

Buscamos conservar, anotar, fijar las vivencias, sin olvidar que la fase más importante del viaje, según los serios “psicólogos del viaje” citados en los relatos, es el destino definitivo: “viajemos a donde viajemos siempre nos dirigimos hacia él”. A cada cual tocará sacar sus conclusiones.

Queda la impresión, en todo caso, que donde sea que nos despertemos durante el viaje -una nueva habitación de hotel, la pieza de invitados o el sofá en casa de nuestros amigos-, lo importante es no desconcertarnos. “No importa dónde estoy, da igual dónde. Aquí. Aquí estoy”, insiste la narradora en absoluto modo de conciencia plena.

Escritora -y psicóloga de formación- Olga Tokarczuk (Sulechów, Polonia, 1962) tiene una obra rica y vasta, compuesta de novelas, ensayos, poesía y adaptaciones escénicas. Confieso que no había escuchado hablar de ella hasta que ganó el Premio Nobel de Literatura 2018 (que se otorgó en 2019), lo que a su vez coincidió con la reciente traducción de “Los Errantes”, publicado originalmente en polaco en 2007.

Insisto en que se trata de un libro extraño, pero hermoso; de una prosa fina y cautivadora, que entretiene y hace pensar. Las ideas y asociaciones son infinitas y seguramente, cada lector lo interpretará a su manera. A mí me deja con ganas de leer más de esta escritora.

9 comentarios sobre “Vida de viajes o el viaje de la vida

  1. E por certo já despertas o interesse do lado de cá(ainda leio O simpatizante, belo livro). Penso que a soma das nossas viagens se transforma na viagem da vida por tudo que é vivido em todos os sentidos e significados. Muito obrigado, Carolina por mais um presente que ofereces. O meu abraço.

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  2. Queridísima Carol:
    Ya me tienes por aquí de seguidora de tu maravilloso blog. Precisamente ahora estoy leyendo un libro de esta autora, «Sobre los huesos de los muertos» y me está gustando muchísimo. Es una voz a tener en cuenta.
    Un fuerte abrazo y seguimos leyéndonos también por aquí.
    Rocío

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    1. Muchas gracias, Rocío, por tus lindas palabras! Para mi esta autora ha sido todo un descubrimiento. No he leído aún “Sobre los huesos de los muertos”, de modo que me apronto a leer tu comentario en tu estupendo blog: rociotizon.blogspot.com
      Un abrazo y seguimos en contacto!

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