
¿Dónde quedan los amores que fueron y ya no son? ¿Hay posibilidad de sobrevida para un amor que se esfumó? Difícil encontrar una pena más humana y universal que la del amor perdido, y, por lo mismo, más tratada por la literatura en todas las épocas. Se requiere sin embargo de escritores de la talla de Juan Villoro para explorarla de manera profunda y a la vez amena. Es lo que logra el novelista, periodista, ensayista y dramaturgo mexicano en el excelente libro “Dos amores perdidos” (Menoscuarto, 2019) donde con especial delicadeza y maestría nos entrega dos historias “sobre la forma en que el afecto y la memoria recuperan amores que ya no pueden suceder en el mundo de los hechos y encuentran una supervivencia en las palabras”, según explica él mismo en el prólogo.
Se trata de dos novelas breves, reunidas en poco más de 100 páginas que recomiendo disfrutar sin prisa.
La primera, “Llamadas de Amsterdam”, publicada originalmente en 2003, trata de la ex pareja formada por Juan Jesús y Nuria; él un artista plástico que no logra vender sus obras y ella una exitosa ejecutiva de la industria editorial. Tras siete años de separación, ella ha rehecho su vida en Nueva York con otro hombre, mientras que él no logra sacársela de la cabeza ni de su corazón. Informado por un amigo en común que Nuria está de regreso en Ciudad de México con su nueva pareja, Juan Jesús decide llamarla desde una caseta de teléfonos de la calle Amsterdam donde ella vive. De ahí en adelante, la comunicación se retoma por vía telefónica, con no pocas equivocaciones, las que, felices o no, permiten que aquella se desarrolle apenas sujeta por los cables.
Tal como dice Villoro, estas “dos personas que no pueden seguir juntas encuentran un extraño ‘más allá’, la región virtual donde comparten lo que fueron y donde inventan un presente alterno”. Instalados en ese espacio alternativo e inmaterial dan forma a una posteridad para su amor perdido, al margen de lo cotidiano que, sin embargo, no deja de amenazarlos de muchas formas.
La pareja que protagoniza la segunda historia de este libro, “Conferencias sobre la lluvia”, también se ha creado un espacio alterno, aunque lo de ellos es principalmente corporalidad. Laura, una académica de las letras, y el narrador sin nombre y de profesión bibliotecario, viven su amor durante encuentros esporádicos en un hotel de la Ciudad de México. El, sin embargo, quiere pasar a la cotidianeidad: “No quiero una relación mágica. Quiero una relación normal”, le plantea a su amada. Pero Laura no está para nada de acuerdo y brota el conflicto.
La tensión entre los espacios mágicos versus los espacios reales en que circulan los enamorados es un punto común entre ambas historias. Pero, sobre todo, es el tema de la lluvia el que baña las dos novelas breves de Villoro: la primera porque finaliza con una escena bajo la lluvia, la segunda, porque se genera a partir de la lluvia -real y poética-, e inunda retrospectivamente a la primera.
“Conferencia sobre la lluvia” se lee como un monólogo del bibliotecario que debe dar una charla sobre la relación entre la poesía amorosa y la lluvia, pero ha perdido los papeles donde apuntó lo que debe decir y, en su lugar, comienza a improvisar. Se pone a hablar a su público y sin darse cuenta, empieza a contar la historia de sus amores fracasados, centrándose en Laura.
Villoro no recurre a la metáfora fácil; tampoco lo hace su bibliotecario, quien afirma que no hablará de “lluvia de ideas” ni imágenes parecidas. A él le interesa “el agua imaginada por los poetas”. Basándose en el Purgatorio de Dante, el narrador alude a la idea del maestro italiano cuando dice que “llueve en la alta fantasía”, la zona del poeta. Se refiere así a la posibilidad que tiene aquel de escaparse mentalmente, “subir más allá de las rocas y muros que nos encierran”, incluso en los peores momentos e ir hacia las alturas, llegar “al cielo para extraerle algo”.
La fantasía del poeta extrae lluvia, cambia el clima. En esto el autor mexicano vuelve a recurrir a la misma idea de lluvia citada en su ensayo sobre Italo Calvino -publicado en la colección “Efectos Personales” (2000)-, donde afirma que Dante “percibe que las imágenes le caen del cielo: imaginar es recibir un precipitado; escribir, organizar la lluvia”, concluye Villoro.
Los poetas hablan sobre la lluvia y con ella, dice el narrador, “se liberan del mundo (…) logran una melancolía llevadera”. Pessoa, Verlaine, Cummings, entre otros, aparecen citados con bellas imágenes de días lluviosos que enmarcan el relato íntimo del bibliotecario enamorado. Así, pese a la pérdida de los apuntes, este termina sin quererlo por trenzar las ideas de amor, lluvia y poesía sobre las que debía tratar su conferencia, en una historia personal que no suelta hasta el final.
Esta bella novela breve trata en el fondo sobre un amor literario, de amantes que quieren leerse; de libros cuyas incógnitas hay que descubrir en la relación amorosa, así como de amores que solo se entienden al ser leídos.
También afirma la necesidad del que sufre de contar su pena a alguien; el bibliotecario necesita desahogarse y lo escuchamos con mucha atención, aunque solo al final nos enteramos de que no nos está hablando a nosotros. Los dejo a ustedes descubrir el misterio.
mais outro e ficar por aqui é sempre assim: mis outo para a lista (e depois achar aqui no Brasil). teu texto é envolvente, cativa, instiga, provoca (no melhor sentido). além da história fantástica, a capa é também algo de bonita. o meu abraço.
Me gustaMe gusta
Jajaja ya tienes una lista extensa para leer, Fernando! Pero siempre se hace poco cuando uno disfruta leyendo. Gracias por tu comentario y sí, es cierto que la foto de portada es muy bonita, como las tuyas en tu blog. Un gran abrazo y nos leemos.
Me gustaMe gusta