Sugerente título el del libro de la escritora alemana Angelika Schrobsdorff, “Tú no eres como otras madres”, donde relata la vida de su progenitora, Else, durante la primera mitad del siglo XX en Alemania, guerras mundiales y locos años veinte berlineses incluidos. Tal y como se plantea la frase, ésta promete una historia única de un personaje especial, distinto a otros de su época, a la vez que insinúa un diálogo no banal entre hija y madre, o al menos una mirada introspectiva a una relación compleja de parte de aquélla, quien con ese “tú” indica que le habla directamente a la mamá tan peculiar, como si tuviera algo importante que decirle.
Reconozco lo subjetivo del asunto, pero esas eran al menos mis expectativas al comenzar a leer esta obra, publicada en 1992 en alemán, con gran éxito de ventas, y que recién fue traducida al español en 2016.
En lo primero, el relato no defrauda. La historia de Else Kirschner es en efecto fascinante; una vida cargada de decisiones extremas, guiadas por su inconformismo y ansias de liberación -sexual, religiosa, social, etc.- y una búsqueda de independencia a ultranza, que ya sea por su propia falta de foco o por el excepcionalmente dramático contexto político y social que le tocó vivir, se ven fatalmente truncadas.
En ese sentido, el título no desilusiona. Por el lado de la relación madre-hija, sin embargo, la lectura me dejó gusto a poco. Conoceremos la vida de Else y una parte importante de la de Angelika, nos enteraremos del fuerte apego inicial y las posteriores quejas de una contra la otra, pero, salvo en breves párrafos, no llegaremos a escuchar a la hija reflexionando de manera introspectiva sobre su complejo vínculo, como lo hace, por ejemplo, Vivian Gornick en sus memorias que reseñé hace un tiempo. La promesa del título, entonces, amenaza con quedar incumplida y, al menos en lo que a mí respecta, algo decepcionada.
Nacida de una familia judía y tradicional del Berlín de principios del siglo XX, la joven Else Kirschner no quiere ser ni lo uno ni lo otro. Contra la voluntad de sus padres, se casa con un escritor no judío, con quien tiene a su primer hijo y quien muy pronto la engaña con varias de sus amigas. Momento de quiebre y recomposición en nuevo formato, para dar paso a un matrimonio “abierto”, donde ambos terminan viviendo en la misma casa con sus respectivos amantes, todos anfitriones de fiestas que parecen sacadas de una escena de algún cuadro de Georg Grosz.
Cuenta Angelika que su madre se lanzó a los dorados años 20 “y se lo llevo todo: la cultura y el vicio”. Berlín es en ese entonces una ciudad vibrante, liberada de las rigideces y la disciplina prusiana de la era imperial que había sido derrotada en la primera guerra mundial. La creatividad desborda y las artes buscan nuevas formas de expresión. Es un periodo riquísimo en lo cultural: la época del Bauhaus, de la nueva objetividad, del dadaísmo y del fox-trot; del cine de Fritz Lang y de Murnau, de las obras de Brecht, la música de Kurt Weill y los inicios de Marlene Dietrich.
Berlín es también la capital europea de la vida nocturna, donde las mujeres fuman y toman; bailan y aman a quienes ellas elijan, todo muy bien retratado por Schrobsdorff en la persona de Else, quien se lanza sin freno a disfrutar la nueva libertad de los tiempos. Su objetivo personal: vivir la vida con la máxima intensidad y tener un hijo con cada hombre que ame. Tres fueron los hombres, ninguno judío como ella, y tres los hijos: Peter, Bettina y Angelika, la menor.
La primera parte del libro da cuenta de manera detallada de la intensidad que Else imprime a esta búsqueda del placer que a poco andar ya no era ni tan revolucionaria ni tan contracorriente. Una gran bandada nadaba en el mismo sentido, absolutamente ajenos al mundo real, político y social que los rodeaba. La fragilidad de la naciente república de Weimar, el alto desempleo, la hiperinflación, los asesinatos políticos, nada de eso figura en las numerosas cartas de su madre de esa época, para indignación (retrospectiva) de la hija.
La crítica de Schrobsdorff se acentúa ante la pasividad de su madre y de la mayor parte de su círculo -casi todos no judíos- frente al ascenso al poder del nazismo. Mientras Hitler despoja de derechos y persigue a los ciudadanos alemanes de origen judío, las cartas de Else en el año 1935 hablan de los juegos de petanca en su casa en Pätz, o de las múltiples amantes de Erich, su segundo marido, alemán “ario” y de gran fortuna, padre de Angelika. Ninguno de los dos percibe a tiempo la amenaza; Else se siente segura en su calidad de judía “asimilada” y no atiende a las advertencias de amigos que emigran a Palestina; tampoco cree necesario poner a salvo a sus propios padres -su madre morirá en el campo de concentración de Theresienstadt- y prefiere ocultar a sus hijas su calidad de medio judías.
“Hay momentos en que dudo del sano juicio de mi madre y sus amigos”, se queja la autora, cincuenta años más tarde. No comprende semejante “credulidad, rayana en la obnubilación mental” cuyas consecuencias deberán enfrentar en 1938, cuando ya sea tarde y ella, su hermana y su madre deban emigrar a Bulgaria, perseguidas, en la pobreza y casi total abandono. Continuar leyendo «Madre singular en tiempos difíciles»