
“Las ciudades invisibles” de Italo Calvino es un libro que se disfruta con la mente y los sentidos, una obra que no solo se piensa, sino que también se huele, se mira, se saborea y se toca; que nos transporta a espacios inverosímiles y exóticos, al tiempo que nos interpela sin posibilidad de escape sobre el entorno en que vivimos, las ciudades que habitamos y el papel que tenemos en todo ello.
Basado en “El Millón” (1298-1299), obra redactada por Rustichello de Pisa, (también conocida como “Los viajes de Marco Polo”), el libro que Italo Calvino escribió en 1972, “Las ciudades invisibles”, pone nuevamente el relato en boca del mercader veneciano. Marco Polo aparece aquí describiendo a Kublai Kan, emperador de los tártaros, cada una de las 55 ciudades que ha visitado en sus viajes como embajador del monarca.
Todas las urbes relatadas tienen nombre de mujer, todas son imaginadas, imposibles y ninguna es reconocible. Reunidas (y luego re-barajadas) en grupos de a cinco, según sea la característica común que las distingue -“ciudades y la memoria”, “ciudades y el deseo”, “ciudades y los muertos”, “ciudades sutiles”, “ciudades continuas”, etc.- hay entre ellas ciudades alegres y tristes; urbes felices que están escondidas en las infelices; ciudades en el aire, en el mar o dentro de la tierra. Todo es posible en el imperio del Gran Kan, aunque él mismo no lo conozca.
Cada texto es breve, con una descripción a ratos sensual, a ratos abstracta, muchas veces en el terreno de la intuición. Para comprender habrá que dejarse llevar por los diferentes planos temporales, espaciales y lingüísticos que escapan de la realidad posible y que remiten más bien a universos borgianos como los de “El libro de Arena” o “La Biblioteca de Babel”.
Sensual, fantástico o abstracto, cada relato invita a la reflexión, a pensar en qué tipo de espacios habitamos y cómo es que estructuramos la vida en comunidad. Decía Calvino en una charla que dio en la Universidad de Columbia, Nueva York, en 1983 que en esta obra creía haber desarrollado, “una discusión sobre la ciudad moderna”, y añadía que lo que a su Marco Polo le importaba era “descubrir las razones secretas que han llevado a los hombres a vivir en las ciudades”.
La conexión entre habitante y ciudad parece ineludible y lleva a preguntarse si el libro no trata, en el fondo, acerca de la persona humana, de sus pasiones, deseos y temores que se reflejan en la forma como modificamos y organizamos el entorno. Así, la alegoría abunda y podría postularse que detrás de cada lugar descrito hay una exploración poética del ser y quehacer humano. Continuar leyendo «En busca de la ciudad soñada»