Cuentos que no sueltan

Los relatos de “Pájaros en la boca y otros cuentos”, de Samanta Schweblin, desbordan en intensidad y tensión. Agarran del cuello y no sueltan, tal como el gran Julio Cortázar decía que tenía que ser un buen cuento: “incisivo, mordiente, sin cuartel desde la primera frase”.

20180922-DSC04082 (2)Samanta Schweblin lo logra en la mayoría de sus 22 cuentos, reunidos en este libro que disfruté, en lo que ha sido mi entrada al universo de esta escritora argentina radicada en Berlín, a quien pienso seguir leyendo.

Me gustó esa mezcla de realidad y absurdo, donde las cosas parecen ser normales, tal como las conocemos, hasta que algún acontecimiento prueba lo contrario. Consejo a los lectores: déjense llevar por la narración, déjense sorprender y, sobre todo, miren a través del prisma del narrador sin oponer resistencia.

Su tono me cautivó de inmediato y a medida que fui avanzando cuento tras cuento fui entrando en este ritmo de lo inesperado, del desenlace imprevisto, de la situación pasmosa o a veces ridícula, aunque llena de interpretaciones perfectamente plausibles.

Porque detrás del aparente disparate, se esconden asuntos profundos y universales; realidades tangibles que resuenan. El absurdo o lo fantástico sirve así de metáfora a temas de fondo. Estos se asoman, pero no exactamente como lo conocemos en la realidad: la maternidad/paternidad, por ejemplo, se enuncia, se da a entender en varios cuentos, pero sin nombrarla, en un niño que se vomita, un monstruo que se caza, o en unas mariposas con las alas rotas. Igual cosa ocurre con temas como el afán de control, la violencia de género, la violencia a secas, la soledad, la depresión, el sentido de la vida, entre otros que abordan los relatos.

Muchos de los personajes de estos cuentos buscan respuestas, algunos pasivamente, otros parecen estar al borde del ataque de nervios. En “Hacia la Alegre civilización”, por ejemplo, un hombre llamado Gruner se ve en la absurda situación de, día a día, no poder tomar un tren porque no hay cambio cuando quiere comprar el billete. Schweblin transmite hábilmente la frustración de Gruner en un crescendo de irritación que se resuelve en un desenlace original que nos deja pensando en el sinsentido de ciertos afanes en nuestra propia vida.

Hay humor -a veces bastante negro- y también poesía, todo ello expresado en un lenguaje trabajado, sobrio y efectivo, donde los adjetivos casi no existen a menos que sean estrictamente necesarios a la historia. La prosa fluye, la acción se desarrolla sin tropiezos; un verdadero placer de lectura.

Sobre todo, me gustó la forma en que la autora usa el diálogo como recurso que exacerba una acción ya agitada y confusa en cuentos como “Agujeros Negros”, donde la manía del doctor Messina de responder siempre con preguntas irrita no solo a su contraparte sino también al lector, aunque le da una buena dosis de humor al relato.

Los cuentos son relativamente cortos (entre 2 páginas el más breve y 20, el más largo) y su imaginario es amplio y variado, por lo que no cansan; al contrario, dan ganas de seguir pasando de uno a otro. Describo brevemente mis favoritos, tratando de no revelar demasiado, ya que dejo a los lectores el gusto de descubrirlos directamente:

“Papá Noel duerme en casa”, por la ternura del narrador ingenuo ante una realidad cruda.

“Conservas” y “Pájaros en la Boca”, por la efectiva mezcla de realidad y absurdo que me recordó al cuento “Carta a una señorita en París” de Julio Cortázar en su libro “Bestiario”.

“Hombre Sirena” y “Mariposas”, por la bruta realidad que esconden sus poéticas imágenes.

“Mujeres desesperadas” y “Hacia la alegre civilización”, por sus finales tan originales, agudos y significativos.

“Cabezas contra el asfalto”, por la bien lograda voz del narrador, tan desprovista de emoción y habilidades sociales, pero que aun así genera empatía.

“Mi hermano Walter”, por su brevedad llena de contenido, donde todos y nadie se interesan por el desdichado Walter.

“Agujeros negros”, por sus diálogos surrealistas.

“Un gran esfuerzo”, por la descripción de la misteriosa señora Linn y la facultad del personaje central para enfrentar sus miedos.

Confieso que fue duro leer “Matar a un perro”, no por la prosa que es impecable, sino por la violencia, sobre todo implícita, que comunica. Eso sí, el final es de los mejores de esta antología.

En general, la gran mayoría de los cuentos son destacables, y solo hay unos pocos que sinceramente no comprendí o no me llegaron, pero eso siempre ocurre en todo libro de relatos.

Este es un libro que disfruté leyendo y que recomiendo a todos quienes aprecian el arte de un buen cuento.

Tengo esperándome “Distancia de Rescate” de esta misma autora; su primera novela que le mereció la nominación al Man Booker International Prize en 2017. Me apronto a leerla muy luego, así es que ya me verán reseñándola.

¡Hasta la próxima!

Título: Pájaros en la boca y otros cuentos

Autor: Samanta Schweblin

Primera edición: noviembre de 2017

Editorial: Penguin Random House Grupo Editorial

ISBN: 978-84-397-3365-2

Número de páginas: 186

2 comentarios sobre “Cuentos que no sueltan

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